12/20/2006

El orbe del tiempo

Capítulo I: El orbe

Abril de 1997, han pasado ocho años desde que una pequeña cajita llegó a manos de Alberto Milimek. La pequeña cajita contenía un orbe de un cristal blanquecino, casi opaco, sin embargo puede apreciarse algo al trasluz. Alberto, llamado Mili por los amigos, a guardado durante los ocho años el objeto que puede pasar por un huevo tranquilamente, y el cual le ha dado suerte para ciertos temas y mala para otros. Lo lleva encima como un amuleto. Alberto Milimek era un adolescente en su etapa final, con la mayoría de edad recién cumplida, un muchacho algo flacucho, bastante alto, de pelo castaño al igual que los ojos. No sabía de dónde venía su apellido, porque muy corriente no era. El padre de Mili murió cuando éste todavía era un niño, y lo poco que recuerda de él es que siempre tenia el pelo largo tapando sus orejas. La madre de Mili era una mujer bastante bajita, preocupada por su hijo, siempre entregada a las labores de la casa, aunque las malas lenguas hablaban sobre ciertas costumbres antes de casarse.

El día era esplendido para ir a pescar, Mili se encontraba en el garaje de su casa recogiendo los utensilios de pesca, para ir a pescar con Daniel, y Pedro. Algo cansado de la anterior noche, donde había ido a unos pubs con sus amigos, Mili de repente empezó a recordar las palabras de aquel tipo tan raro.
-Toma…y cambia tu futuro...
¿Qué quiso decir con aquello? ¿Por qué recordaba esto ahora? Mili sin más se desmayó.
Estaba en una pradera verde rodeado de montañas, y de la pradera solo se podía salir a través de una cueva. La cueva tenía un aspecto atroz, era como la cabeza de una bestia que le engullía, aquel sitio le ponía realmente nervioso. Un fogonazo de luz blanca. Ahora estaba ante una puerta de piedra con unas letras extrañas, no comprendía nada de todo aquello. Otro fogonazo. Se encontraba en un desierto…¿blanco?...se estaba volviendo loco.
Un chorro de agua intensamente fría le despertó. ¿Qué había ocurrido?, ¿por qué estaba tumbado en el suelo?, se acordó que estaba recordando al extraño hombre cuando se desmayó.
-¿Te encuentras bien Mili?, tu madre nos abrió y nos dijo que estabas en el garaje, te hemos encontrado tumbado en el suelo.- era Pedro algo asustado.
- Si estoy bien, tranquilo, me habré desmayado porque no he desayunado lo suficiente, - era mentira porque el desayuno era su comida más abundante.- ahora nos comemos unas floretas de mi madre y se me pasa.
Los tres amigos salieron de Navalmoral hacia el río Tietar, a uno de los recodos de éste lado de la sierra. El año anterior habían ido al mismo lugar y habían hecho una buena captura de peces.
- ¡Eh Pedro! te acuerdas de los que pescamos el año pasado?, madre mía, creo que nunca hemos cogido tantos.
- Si que me acuerdo Dani, nos costó encontrar gente que quisiera peces, ya sabes que hay rumores entre la gente que dicen que el río esta contaminado.
- Cierto, estuve con el congelador lleno durante un mes, mi madre ya no sabía que hacer con tanto pez.
Mientras Pedro y Daniel hablaban, Mili seguía recordando.
- Toma…y cambia tu futuro…
Estaba volviéndose loco, porque no se le iba el recuerdo de la cabeza, a medida que profundizaban más, alejándose de cualquier foco urbano, el recuerdo era más intenso y más pesado. Llegó un momento en el que no aguantó más y cayó rendido de cansancio al suelo. Pedro y Daniel se miraron extrañados.
-Mili ¿te encuentras bien?, tío antes te hemos visto comer, ¿te ocurre algo?-
-Tranquilo Dani, solo necesito descansar eso es todo.
-Me estas poniendo nervioso, a ver si te va a pasar algo…trae tus cosas que te las llevo yo.
-Gracias Pedro pero puedo yo solo, en serio que no es nada.
No se había dado cuenta, siempre evitaba contar aquel suceso del 89, y sobre todo evitaba que nadie conociera el orbe. Descansó durante un rato en una piedra, fue a levantarse y otra vez cayó al suelo. ¿Por qué no podía moverse?
-Adelantaros vosotros ahora os cojo, solo necesito descansar un poco más.
-Como quieras Mili, ya sabes si te encuentras mal o algo llámanos que nos presentamos aquí en un momento.
Los dos amigos avanzaron unos metros, giraron a la derecha y se perdieron detrás de unos matorrales. Mili se encontraba muy cansado, en eso el recuerdo se hizo brutalmente doloroso, todo le daba vueltas, temblaba, intentó levantarse pero no consiguió nada, solo se debilitaba, se le dilataron las pupilas al mismo tiempo que escuchaba.
-Toma…y cambia tu futuro…
Alberto Milimek se desmayó de nuevo sobre el suelo árido, al lado del río Tietar, con sus compañeros a unos escasos quinientos metros. El orbe destelló intensamente.

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